El machismo en el cine


El movimiento feminista pone al descubierto la marginalidad de la mujer y su silencio sobre sus gustos e intereses dentro de la sociedad patriarcal, expone esa creatividad reprimida de la mujer y, por lo tanto, se plantea una lucha entre sexos sobre las estructuras socioeconómicas dominadas, hasta entonces, por el hombre.
Dentro de esta lucha a nivel socioeconómico, surge el interés por el sector cinematográfico, visto como generador de una imagen de la mujer, originaria hasta entonces por el hombre. Es ahí donde las mujeres ven la posibilidad de poder mostrar al mundo su propia mirada a través de documentales, testimonios, referencias biográficas o incluso en películas de ficción, y así poder analizar a través de la imagen de la mujer creada por el hombre todos los estereotipos y códigos que les han sido asignados a lo largo de la historia.
En esta situación, el pensamiento machista no se basa en limitar la presencia de la mujer en las películas, sino en situar a la mujer en un universo sin tiempo, de este modo, queda el personaje de la mujer fuera de la historia. En el cine clásico el hombre observa, la mujer es observada, se muestra a los ojos de los demás. El personaje interpretado por el hombre actúa, controla sus sentimientos, hace que las cosas ocurran, como si el hilo argumental del film dependiera de él y sólo de él. La mujer, en cambio, es un elemento pasivo, pura decoración. Debido a esta puesta en escena, es lógico que el espectador asocie la figura del héroe a él y como objeto de goce a ella. Por tanto, se deduce, que el cine es un espectáculo dirigido a los hombres.
En cuanto al movimiento feminista, el cine les supone una forma de estudio; inconscientemente muestra la desigualdad sexual que hay en nuestra sociedad y eso permite estudiar a fondo la recepción de los mensajes por parte de los espectadores, en toda su amplitud.
Muchas de las directoras de esa época usaron esos temas del mundo de la mujer para adaptarlos cinematográficamente, por tanto, podemos decir que una mujer podía, incluso, sentir placer al ver en la pantalla y lograr identificarse con un personaje femenino que sea fuerte e independiente. Es ella la que controla los progresos del film y llegar al final como la heroína y que su condición de mujer ha sido fundamental para poder salir victoriosa, alejándose así de la imagen de víctima.
Sin embargo, otras directoras feministas no creen que la mejor forma sea exaltando la importancia que puede llegar a tener un personaje femenino, sino atacando al cine patriarcal directamente. Es aquí cuando nace, se crea, un contra cine feminista que desafía al cine clásico hecho hasta entonces. En el cine clásico, el espectador es llevado a identificarse con los personajes y con la historia narrada en la pantalla, hace que quede satisfecho con los conflictos resueltos a final del film. Sin embargo, el cine clásico difunde un mensaje de una sociedad y una cultura con una ideología patriarcal y capitalista, en el cual la mujer es vista como un signo en las relaciones con los hombres. En cambio, podemos decir, que una lectura feminista del cine se decantan por resaltar lo obvio y natural con el fin de mostrar sus contradicciones y su finalidad. Así pues, el contra cine feminista profundizará en esa desestabilización de ese “régimen” patriarcal a través de las manifestaciones y de la transgresión.




EJEMPLO: 

Ellos, vaqueros y héroes; ellas, criadas y víctimas:
El clásico vaquero de los western que conquista las tierras de los indígenas en América; policías curtidos en mil casos luchando contra la corrupción; expertos a lo Jason Statham dando entidad a las películas de acción; o incluso Chuck Norris, que prácticamente era todo en uno. El cine, en pleno siglo XXI, continúa sucumbiendo a los estereotipos más simples. Quizás por eso las mujeres siguen relegadas al papel de amas de casa, siempre supeditadas al cabeza de familia que las mantiene, las quiere, o cae rendido ante sus encantos. Los personajes femeninos dependen de los masculinos y, «gracias» a ellos, consiguen cierta entidad dentro de la trama.
Un estudio realizado por la Asociación de Usuarios de Comunicación (AUC) ha analizado, a partir de una muestra de 800 películas nacionales e internacionales que se han exhibido en España entre 2014 y 2015, el papel protagónico de ambos géneros. Y las cifras, más allá de los alegatos reivindicativos de consolidadas estrellas de la interpretación, no son nada halagüeñas para las mujeres.
Casi la mitad de las películas que se exhiben en nuestro país tienen a los hombres como protagonistas principales (45,6% del total) frente al 19,2% de filmes en los que predominan los roles femeninos. Si bien es cierto que un 20,1% de las cintas presentan personajes de ambos sexos con relevancia similar, el papel que desempeñan las mujeres continúa encasillado en los prejuicios. Por eso se perpetúa un problema que cada vez más se niega a bajar la voz.

Las comedias, bastión masculino

Los hombres no solo protagonizan películas de acción, asociadas tradicionalmente a personajes más masculinos. También sustituyen el protagonismo de la mujer en las comedias, género al que también se extiende su predominio (53,8%).
«Para que un personaje femenino tenga peso en la trama de una película, el papel tiene que estar asociado a un fuerte carácter de género, requieren un plus de justificación, como que haya elementos insólitos o de notoriedad superior a la del hombre para que apoyen su aparición», comenta Alejandro Perales, presidente ejecutivo de AUC, a ABC.
Fotograma de Jennifer Lawrence en «Joy»
Es el caso, por ejemplo, de «Joy», la nueva película de David O. Russell protagonizada por Jennifer Lawrence, cuyo personaje tuvo que inventar la mopa para conseguir sustentar toda la trama sobre sus hombros. Perales compara estos «elementos de discriminación de género» con la presencia de negros o gitanos en las cintas, minorías que necesitan, casi siempre, utilizar su etnia o raza para justificar el papel que interpretan. En el caso de las mujeres, los papeles suelen estar «muy asociados a la condición femenina», por eso es habitual verlas como amas de casa, esposas o madres, ya que «a la hora de elegir personajes neutros en los que el género no es fundamental se prefiere a hombres blancos, se tiende al estándar hegemónico».

Las mujeres, vulnerables en la pantalla

Otra de las películas que ha sonado durante la pasada temporada de premios ha sido «La habitación», cuyo rol de madre y víctima de un secuestro le valió el Oscar a Brie Larson a la mejor actriz protagonista. Es precisamente esta película una de las pocas que supera el test de Bechdel que, a través de unas directrices, mide el grado de machismo de una película. Según este medidor, para escapar del machismo en la pantalla debe haber dos personajes femeninos con nombre propio que mantengan entre sí una conversación que no gire alrededor de un hombre. Véase el de Larson y el de su madre, Joan Allen, en este caso.
Más allá de la feminidad de «La habitación», el papel de Larson también sucumbe a uno de los clásicos tópicos que el séptimo arte reserva para las mujeres. Los cómputos de AUC sobre la presencia de papeles protagonistas principales en las películas de terror no hacen sino reafirmar la idea de la mujer como el «sexo débil», ya que, aunque se caracterizan por el protagonismo relativo de ambos sexos (41,7%), en este género las mujeres superan a los hombres como protagonistas principales (33,3% frente al 21%).
Fotograma de «Psicosis»
«Las mujeres aparecen como víctimas de las tramas de manera acusada, porque las películas suelen seguir el estereotipo que les atribuye la condición de vulnerables o sometidas al terror del victimario», admite Perales, que reconoce que en ocasiones la discriminación de género en pantalla es inconsciente, de ahí el valor de estudios sobre el reparto de papeles como el del AUC. «Está asociada a rutinas, a planteamientos inconscientes, por eso cuanta más reflexión se introduzca, mejor. Se necesitan indicadores que pongan en relieve la discriminación de género, eso siempre será positivo, y hará que el hecho de supeditar a mujeres en muchas tramas no sea fruto de la tradición o la inercia», asegura. Y de esta forma, con análisis que evidencien la segregación de mujeres en las películas, dejar de percibir como algo normal, por ejemplo, que a una actriz se le pregunte en una campaña promocional por la conciliación, «algo que no ocurre en el caso de los actores».

Las estrellas se reivindican

El debate continúa. Actrices consolidadas han alzado la voz en los últimos años, y siempre con diferentes resultados. Maribel Verdú se negó a contestar en una entrevista sobre su intención de ser madre: «¿Por qué nadie le pregunta a Luis Tosar por qué no quiere tener hijos?». Patricia Arquette, por su parte, aseguraba recientemente que su discurso reivindicativo al recoger el Oscar le había costado algún que otro papel. Perales lo valora así: «Siempre es un dilema cuando una persona célebre desarrolla un discurso no complaciente sino crítico. En nuestra cultura ser reflexivo se convierte en rebeldía», aun cuando no hay intención de ser subversivo.
Pero la supremacía del hombre sobre la mujer no se da en todos los géneros. De hecho, es en las películas de animación donde los personajes femeninos principales superan a los masculinos (20,1% frente a 17,7%), aunque en estos filmes predominan los animales y objetos como protagonistas (56,7%). Algunas películas de Disney como «Frozen», «Campanilla», «Maléfica» e incluso Tomorrowland (copresencia de ambos géneros, pero con peso femenino), encabezan las listas. El target infantil sí prefiere a las mujeres. En el cómputo total, sin embargo, el resultado arroja bastante luz sobre la discriminación de género en la gran pantalla. Curiosamente, existe casi el mismo porcentaje de películas con mujeres protagonistas de carne y hueso (19,2%) que animadas (16,1%).


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